El fin de semana pasado volví a subir fotos e historias a mi cuenta de Instagram, me había mantenido ausente desde el quiebre, pero el viernes amanecí contenta y punk. Salí a caminar con mi cachorro al son de “Hot Rod” de Peaches, la calle se transformó en una pasarela y yo cual modeloca sentía mi pelo al viento y visualizaba la cámara lenta. Nada me detenía.
Hasta el sábado am, que el cucharón se me detuvo cuando chequeé mi teléfono y encontré sus likes en el post y en las historias. Leyeron bien, en el post también. Todo mi avance se fue al carajo y recaí en la pena de amor como una quinceañera. Ese día pretendía cocinar ñoquis del 29, disfrutar de mis discos y plantas, en cambio me lo pasé angustiada pensando en ese pequeño contacto. Tres likes y me quise morir. Tres corazoncitos hicieron palpitar el mío y lo trizaron nuevamente.
En tiempos de redes sociales ¿es correcto bloquear al terminar una relación? ¿Silenciar? ¿Restringir? Después de pasarme el día analizando la situación y verificar incontables veces esos siniestros corazones generadores de dopamina, decidí bloquear. Si bien, el contacto cero había sido por Whatsapp, en IG continuábamos siguiéndonos y debo admitir que revisé su perfil más de una vez, tapizado de fotografías nuestras que siguen ahí.
¿Quiero herirlo? ¿Castigarlo? Por supuesto que no, al contrario, lo abrazaría con el alma. Sin embargo, por sanidad mental es necesario tijeretear el hilo en redes, de lo contrario continúa la esclavitud virtual, que combinada con ansiedad, pueden ser macabros para la cabeza y los sentimientos. Finalmente, se trata de una medida de autoprotección.
Ahora llega el momento de la cita musical: “This girl i know needs some shelter” (una chica que conozco necesita refugio), así arranca “Protection” de Massive Attack con Tracey Thorn, cuya letra y melodía no puede ser más adecuada para el otoño y el momento. Fíjense que mi escucha con esta canción siempre se había enfocado en la interpretación de ella, nunca había notado que en medio de los sintetizadores, al cierre, se puede oír la lluvia. La misma que cayó el domingo cuando finalmente logré concretar mi plan.
Saboreé los ñoquis, escuché mis discos y gocé aquel extraordinario día lluvioso. Ya no me sentía tan punky, no había pelo al viento ni cámara lenta, sólo pantuflas, pijama y mi refugio; pero sí me sentí bastante más protegida.
Puedes leer la parte 1 acá, parte 2 acá y parte 3 acá.