El mío parte con el doctor de cabecera de mi mejor amiga, que me llevó de un ala cuando empecé a pololear con ese chiquillo que tanto me gustaba.
Después de que me recetara esas primeros anticonceptivos, fui al que estuviera disponible hasta que quise embarazarme y pedí recomendaciones. El primero fue un viejito que se hacía llamar “mi decorador de interiores”… no volví más. Después llegué al que atendió el nacimiento de mis dos hijos, me dio mucha seguridad durante todo el proceso, e incluso en algún control posparto que me notó agotada, lloré todas las lágrimas que traía apretadas en la garganta y me aconsejó que soltara alguna de esas tareas que me tenían sobrepasada.
Solo me cambié porque tenía muy pocas horas disponibles cuando partí con una regla que duró un mes seguido, a mis 45 años.
La primera doctora me dijo que estaba entrando a la menopausia y me recetó pastillas. Las molestias siguieron y me recomendaron usar el dispositivo Mirena, que fue lo único que detuvo el sangrado y me dejó sin menstruar durante de 5 años.
Al sacarlo, me dieron la opción de volver a ponerlo o empezar a tomar hormonas. Me recomendaron a una especialista en terapia hormonal que me hizo un test para evaluar mi estado general, que salió con baja puntuación de molestias por lo que podríamos dejar el tratamiento para más adelante.
De todas maneras me encontraba dubitativa ante el consumo de hormonas que me parecían riesgosas por cosas que había leído.
A los 6 meses hubiese contestado totalmente distinto a ese test. El dolor de cabeza, los cambios de humor, bochornos se comenzaban a hacer insoportables y me sentí tal como en mi primer parto cuando dije “¡denme algo para el dolor!”.
Volví a la consulta y acepté la receta “¡bienvenida la ciencia!”, dije, y mi vida realmente dio un giro hacia la calma.
Mi última ginecóloga –porque ahora pienso atenderme solo con mujeres que experimenten en su cuerpo las mismas experiencias que yo– es una mujer que complementa su conocimiento médico con un trabajo integral, que une bienestar físico con el anímico, que no pueden estar separados.
¿Cómo ha sido tu historial de ginecólog@s?